IMPULSOR DE LA MARINA MERCANTE Y DE GUERRA MEXICANA

 
 

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Fue un impulsor y vanguardista de la Marina de Guerra y Mercante en México. Durante el régimen de Porfirio Díaz, siendo Jefe del Departamento de Marina (1879) y Jefe del Estado Mayor Presidencial (1895-1899 y de 1900-1905), expuso en diferentes foros la importancia de ambas instituciones.

Respecto a la Marina de Guerra, formó parte, por designación presidencial y por su amplio bagage militar, de una comisión experta que se encargo de la elaboración de los reglamentos del Ejército y la Marina en sus diversos ramos. Contribuyendo de esta forma a crear el marco legal y jurídico que respaldó en su momento a la Marina y que de alguna forma, son los antecedentes de nuestra legislación naval actual.

Un documento histórico que permite apreciar su visión sobre la importancia del poder marítimo para las naciones, es el que escribe con motivo de la propuesta de la desaparición de la Marina de Guerra con la que se obtendría un ahorro de $700,000.00, hecha po el diario “El Siglo XIX”, y que intitulo “Nuestra Marina de Guerra”, mismo que apareció publicado en la Revista Militar Mexicana de 1894, en donde resalta la importancia de ambas instituciones y de la necesidad de fortalecerlas como un medio de progreso para el país.

Expuso magistralmente que ejecutar dicho proyecto era retroceder en la modernidad emprendida, porque echaba por tierra, los esfuerzos del gobierno por fortalecer a la Marina de Guerra, con lo cual se iba a acarrear una pérdida considerable no sólo de prestigio; sino también, pecuniaria, ya que finalmente se perdería mucho más de lo que se podría ganar con la explotación de nuestros mares.

La defensa de la existencia de la Marina de Guerra, la sustenta brillantemente a partir de las misiones que le están encomendadas a esta institución castrense: 1.- Acudir a la defensa de la patria en caso de guerra 2.- Hacer el servicio de policía en los mares territoriales 3.- Apoyar a la Marina Mercante dándole las condiciones indispensables para su existencia y fomento y para que en todas partes del mundo, la bandera mexicana pueda ampararla y protegerla; Ortiz Monasterio tuvo la claridad de darse cuenta del inmenso mar patrimonial que correspondía a México y decía “… Ciertamente el Siglo no fijó su atención en que tenemos cosa de cinco mil millas de costa sobre ambos mares, lo cual constituye para nosotros la propiedad de quince mil millas cuadradas de mar; mar que es nuestro, que forma parte integrante de la Patria, que contiene riquezas inagotables … y que constituye por sí sólo la parte más rica de todo el territorio nacional....Con tristeza debo decirlo … México es el único país del mundo que no se enoja porque los extranjeros exploten su mar territorial … extranjeros son los que explotan las pesquerías en nuestra zona marítima, extranjeros los que buscan la perla, y extranjeros en fin los que monopolizan el comercio de cabotaje y si en tal estado de cosas se suprime la Marina de Guerra, tampoco ejerceremos sobre ella el servicio de policía marítima y abdicando todos nuestros derechos … habremos perdido la más productiva parte de nuestro territorio nacional. … Hace pocos años asistí como Delegado de nuestro Gobierno al Congreso Marítimo Internacional celebrado en Washington y tuve la oportunidad de ver la solicitud elevada … de la República Helvética, pidiendo el derecho (ella que no tiene puertos) de usar una bandera de guerra para su Marina, porque comprende que sin Marina de Guerra no puede tener ni la más remota esperanza de crear una Marina Mercante. Y cosa singular, Suiza sin costas apetece la Marina de Guerra, y nosotros que somos una de las naciones más privilegiadas del mundo en cuanto a costas, miramos con desamor cuanto a la Marina se refiere, abandonamos nuestro mar territorial, y pretendemos destruir lo poco que tenemos, dejando nuestras costas abiertas …”

Y más aún, concluía que en el Congreso Marítimo Internacional al que había asistido como Delegado (1889), las potencias se habían repartido toda la superficie de los océanos, a fin de ejercer en ella la vigilancia necesaria; y que en el caso particular de México no se le había asignado nada, por no considerársele potencia marítima; y que el Golfo de México y las costas del Océano Pacífico pasarían a ser un protectorado de los Estados Unidos.

Advierte, Don Ángel, que tras el proyecto de los Estados Unidos, había un claro signo de dominación imperialista; defendió en dicho foro la postura de México y la existencia de nuestra Marina de Guerra, resaltando sus funciones sustantivas, entre ellas la de vigilancia marítima. Por fortuna para los mexicanos, la propuesta de los Estados Unidos fracasó, pero planteó la interrogante de que pasaría sí en efecto, México no tuviese una Armada.

Razón por la cual, desaprueba rotundamente lo sugerido en 1894, sobre la disolución de la Marina de Guerra, marcando como antecedentes lo ocurrido en el Congreso Internacional Marítimo de 1889, porque sería, dejar indefenso a México ante el imperialismo de las grandes potencias; además de que el ahorro de $700,000.00 a que se ha hecho mención, sólo sería, momentáneo, ya que se generaría en consecuencia una pérdida considerable de millones de pesos.

La solución a la crisis, la vio Monasterio de una forma lúcida, aconsejando economías prudentes, y sobre todo que los ingresos provenientes de los ferrocarriles y otros sectores estratégicos pasaran a manos mexicanas. Asimismo, con un programa de fomento a la agricultura y la Marina de Guerra y Mercante. Estas últimas, a partir del desarrollo de tres puntos esenciales:

1.- Fomento razonable y bien meditado de la Marina de Guerra Nacional, bajo la base de constituirla como marina defensiva.

2.- Reserva absoluta para los nacionales del tráfico de cabotaje, y de la explotación del mar territorial.

3.- Subvenciones prudentes a las Compañías Nacionales que se organicen para la Navegación de altura, y aplicación de la ley sobre derecho diferencial de bandera, a fin de que contenga la salida del país del importe de los fletes marítimos.

No obstante, las buenas intenciones de muchos mexicanos como Don Ángel, no fue suficiente para el desarrollo de la Marina Mercante, ante la competencia feroz del capital extranjero.

Con respecto a la Marina de Guerra, pese a la difícil situación por la que atravesaba el país; el gobierno de Díaz, trató de dotarla con la mejor infraestructura, a través de la adquisición de unidades de superficie modernas. De esta forma, se adquirieron durante todo el período 12 barcos, de los cuales 10 fueron comprados durante y posterior a la crisis:

Buque Año de Botadura Lugar de Construcción
1.- Cañonero Demócrata
1877
Inglaterra (1874).
2.- Cañonero México
1877
Inglaterra
3.- Corbeta Escuela Zaragoza
1891
Havre, Francia
4.- Transporte Oaxaca
1893

 

5.- Barca Escuela Yucatán
1897
Liverpool, Inglaterra
6.- Pontón Chetumal
1899
Nueva Orleáns, U.S.A.
7.- Cañonero Tampico
1902
Nueva Jersey, U.S.A.
8.- Cañonero Veracruz
1902
Nueva Jersey, U.S.A.
9.- Cañonero Nicolás Bravo
1904
Génova, Italia.
10.- Cañonero José María Morelos
1904

 

11.- Transporte de Guerra Progreso
1905
Génova, Italia.
12.- Cañonero Transporte Guerrero
1908
Inglaterra

Sin embargo, la modernización de la Marina no sólo contemplaba la adquisición de barcos con la mejor tecnología del momento; en ella estaba incluida la creación de la Escuela Naval Militar en 1897, cuya función sería preparar marinos profesionales para ambas marinas; así como la modernización de los puertos mexicanos, en particular el de Veracruz con la construcción de muelles, malecones, diques, rompeolas, etc.

En lo que se refiere a la Marina Mercante, Monasterio, se percató de las debilidades de ésta y del creciente contrabando marítimo que lesionaba a la industria nacional, así como la proliferación de barcos extranjeros que saturaban los puertos mexicanos, realizando inclusive los servicios de cabotaje. En su intento de detener el monopolio extranjero fundó junto con sus hermanos la Compañía Trasatlántica Mexicana.

Es importante destacar, que aún cuando la Marina Mercante existía desde 1821, fue hasta el año de 1854 en que comienza a perfilarse la adopción de una política proteccionista para los buques de bandera nacional. Sin embargo, los tratados internacionales sobre la base de reciprocidad de tratamiento, no la beneficiaron, ni fueron un aliciente para fortalecerla.

Es hasta el año de 1882, durante el gobierno de Díaz, en que resurge el interés por la Marina Mercante, tratando de protegerla de forma más concreta, celebrando contratos para el establecimiento de servicios de navegación con bandera mexicana, concediendo a los buques ciertas franquicias, además de otorgarles una subvención en efectivo, cuya cuantía fluctuaba de acuerdo con la importancia de los respectivos servicios. Entre estos contratos, merece, mencionarse el celebrado el 8 de marzo de 1882 con Ángel Ortiz Monasterio y sus hermanos para el establecimiento de la Compañía Trasatlántica Mexicana, con vapores de bandera mexicana de 4,000 toneladas cuyos servicios se efectuarían entre Progreso y Veracruz con puertos europeos y de los Estados Unidos de América, tocando La Habana. Esta empresa puso en servicio tres vapores: el México, Oaxaca y Tamaulipas.

 


                                                          COMISIÓN DE ESTUDIOS ESPECIALES Y UNIDAD DE COMUNICACION SOCIAL .- SEMAR. 01 de Marzo del 2006